domingo, 27 de noviembre de 2011

Nubes

Hola chic@s,


Aqui os dejo reeditada una vieja entrada de un viejo relato corto. Esta vez, como novedad que voy a incluir en mis relatos a partir de ahora, con FOTO.


Espero que disfrutéis del relato.


     Muy poca gente sabía que existían diferentes tipos de nubes. La explicación era sencilla, para aquellos que comprendían de estos temas. Cosas como la latitud y la longitud del lugar desde el que se percibiera la nube, la cercanía a la costa, el tanto por ciento de humedad en el aire, la temperatura de ese aire a grandes alturas…. Pero a él le parecía todo muy complicado, simplemente sabía que existían diferentes tipos de nubes en diferentes lugares, al igual que en esos diferentes lugares las lenguas que se hablaban o las culturas que se compartían eran también diferentes.


     Muy poca gente sabía, por ejemplo, que a tan sólo dos días de viaje hacía el noreste las nubes eran más pequeñas y ligeras, de una menor variedad tonal, casi siempre grises, y solo de vez en cuando blancas.

     También sabía que si viajaba día y medio hacia el sur las nubes rara vez se dejaban ver en los cielos. Cielos estos de un color azul como sólo en aquella región se podían observar.

     Lo que él no lograba comprender, es que la gente viera una nube y diera por sentado que otras personas en otros lugares, con otros idiomas y culturas hubieran visto alguna vez aquella misma nube. Incluso dudaba que en otros lugares tuvieran palabras adecuadas para describir la belleza de las diferentes nubes que él había visto en sus viajes.

     Durante aquel largo viaje, cuando intentó explicarle a Invierno que aquellas nubes no eran algo misterioso, sino que simplemente estaban en el lugar que les correspondía estar, (latitud, longitud, temperatura y humedad del aire) comprendió lo triste que podría llegar a ser la vida de muchas personas, sin que ellas mismas se dieran cuenta. Las personas daban por supuesto que lo que sus ojos veían todos los días es lo que existía. No imaginaban que existiera algo diferente más allá de sus pueblos, aldeas, ciudades o países.



     Su abuelo solía burlarse de él cuando escuchaba cómo le explicaba todas estas cosas a Invierno. Le decía “ten cuidado, hace muchos años quemaron a un señor en la hoguera por intentar explicar a los demás que era la Tierra la que giraba alrededor del Sol, que sus ojos les engañaban”. Luego en la oscuridad de la noche, cuando Invierno se quedaba dormida, su abuelo le decía que estaba bien lo que intentaba hacer, abrir la mente de su hermana pequeña, pero que también era una buena cosa dejarla fantasear con “nubes misteriosas” mientras tuviera la inocencia de una niña.

     Pero él tenía la sensación de haber perdido la inocencia hace muchos años. No lo recordaba, pero tampoco la echaba de menos. Prefería saber, conocer, hablar de gentes y países, culturas y lenguas, y no entendía como todas estas cosas podían pasar desapercibidas para el resto de la gente. ¿Sabes cuantas palabras tienen los esquimales para describir el color blanco? Le había preguntado una vez Ana. Ana era su amiga de la infancia, esa de la que los niños pequeños se enamoran, pero que no dicen nada, y siguen amando durante años, muchas veces hasta el fin de los días.

     Con Ana compartía sueños, alegrías y penas. Tenía la impresión de que Ana era la única persona que le conocía de verdad. Tres años más mayor que él, Ana siempre tenía una palabra de consuelo ante el desconsuelo, una historia de un lugar lejano ante el aburrimiento, y una explicación lógica ante las preguntas de Invierno, su hermana pequeña.

     Ana había llegado de la noche a la mañana a barrio. Él había estado viajando con su abuelo mucho tiempo, antes de que Invierno hubiera nacido, y por fin se había asentado en la ciudad en la que sus padres habían establecido su trabajo. Esa primera noche de verano en la que conoció a Ana, ella le preguntó si sabía cuántas palabras tenían los esquimales para describir el color blanco. Él no lo sabía, pero si sabía cuántas palabras tenían en los países del norte para describir los diferentes tipos de nubes. Los dos aprendieron algo nuevo, y él se dio cuenta de que Ana lo estudiaba con curiosidad. Al día siguiente se contaron sus vidas. Al final de la semana ya eran buenos amigos. Al final del verano ya eran amigos inseparables.

     Luego con los años llegó Invierno. A Invierno le gustaba preguntarlo todo, pero ninguna explicación satisfacía esa curiosidad, y sólo su imaginación podía llenar las lagunas que su pequeña mente no podía entender. Ana decía que era normal para alguien de su edad, lo mismo que decía su abuelo, pero a él le hubiera gustado que su hermana entendiera todas esas cosas que él veía tan claras.

     Un día le reveló a Ana su sueño de seguir viajando cuando fuera mayor. Quería llevar siempre una libreta y apuntar todos los nombres que dan a las nubes en todos los rincones del mundo. La contestación de Ana no le defraudó, como siempre. –Está bien- le dijo, -pero tendrás que llevar una cámara para tener una foto de cada nube. Si no, al final tendrás muchas palabras pero olvidarás cómo son de verdad cada una de esas nubes-. Las tres semanas siguientes solo soñaba con viajar toda la vida junto a Ana. Él escribiría las palabras, y ella haría las fotos para tener una imagen que asociar a cada uno de los recuerdos.

Relato corto propiedad de Apagario. Copyright Apagario@2010.
Fotografía propiedad de Apagario. Copyright Apagario@2011. 

Apagario está aquí, y trae sorpresas y regalitos por Navidad

     Hola amig@s,


     Si, el Apagario está aquí, el Apagario ha vuelto y tiene ganas de quedarse, ganas de volver a montar en el caballo.


     Sería complicado explicar qué ha pasado en estos casi 10 meses de silencio, y por qué he decidido volver a la brecha.


     En primer lugar tengo que decir que vuelvo a estar ilusionado después de 10 meses hundido. Por una decisión que aún no puedo (y no quiero) explicar, estoy ilusionado, no solo con el blog, sino con mi vida en general. Si leemos la entrada anterior, veremos que Apagario estaba derrotado en febrero, pero ahora tengo nuevas energías, que provienen de nuevos proyectos.


     No quiero (y no puedo) desvelar al completo qué pasará con Apagario a partir de abril de 2012. Sólo unos pocos escogidos lo saben. Los amig@s apoyan la decisión, los conformistas me tachan de loco.....los demás, ya os iréis enterando de qué va el tema. Solo puedo decir que a partir de abril de 2012 APAGARIO (y Raúl) comienza con un proyecto de vida nuevo, que confío sea merecedor de todas esperanzas y buenos deseos que ya estoy poniendo en él. Pero a lo largo de estos meses podréis leer en el blog muchos comentarios sobre ABRIL de 2012.


     Ese nuevo proyecto me da energías nuevas, y me anima a volver a montar este caballo que era mi blog, el blog de Apagario. Me he prometido a mi mismo desterrar todos los malos pensamientos (y comentarios online) del pasado para retomar esta historia, este blog con trazas de diario, que nació en Alemania como mero mail comunitario y arraigó su estirpe como blog en Francia.


     Se que no puedo exigiros fidelidad eterna al blog, pero si puedo deciros que me he propuesto firmemente un duro e intenso programa de publicaciones y post semanales, en el que quiero volver a mostrar la verdadera cara de Apagario. Y si os apetece, os animo a seguir de vez en cuando las novedades del blog, con historias, cuentos, relatos cortos, informaciones de mi vida y mis viajes, etc.


     Pero como Apagario que soy también tengo nuevos proyectos. Y el primer proyecto que he firmado es un proyecto fotográfico, y me he prometido a mi mismo comenzar con él desde el 1 de enero de 2012. Se trata de un PROYECTO 52 y es mi primer propósito de Año Nuevo.


     Como podéis leer en el link, un proyecto 52 consiste en hacer una fotografía diaria durante 52 semanas (1 año completo). En mi caso, y en el de todos aquellos que venimos de finales del siglo XX, los fotoblogs se han convertido en el mejor escaparate para publicar (y publicitar) este tipo de trabajos. Los profesionales se venden de esta manera, y los que no somos profesionales......a mi me gusta decir que os "obsequiamos" con otro pedacito de nuestra alma artística. 


     En este caso, si seguís los links que adjunto a la derecha de este blog, encontraréis el enlace a "EL FOTOBLOG DE APAGARIO". Por ahora intento publicar en este fotoblog una fotografía diaria de mis viejas (y nuevas) experiencias fotográficas, pero a partir del 1 de enero comenzaré a publicar los resultados de este Proyecto 52 en el que me embarco.


     Como veis, casi un mes antes de Nochevieja me lanzo a la loca carrera de los buenos propósitos de Año Nuevo. Me gustaría teneros como lectores para seguirlos juntos, y para poner en práctica los consejos e ideas que queráis comentarme.


Bueno amig@s, sin mas os dejo aquí el viejo blog renovado y con nuevas experiencias.


¡Besos y abrazos!

sábado, 26 de noviembre de 2011

INVIERNO

Hola chic@s,

Otro relato corto para que lo disfrutéis:

     Pues si; le encantaba el invierno. De hecho pensaba que ese año, en esa ciudad y con ese tiempo de perros el verano iba a ser un incordio, un vecino de esos pesados que llega un día sin avisar y al que desde su llegada no dejas de escuchar a altas horas de la noche.

     Claro que, si lo pensaba más despacio, el vivir sólo, lejos de todos aquellos que quería y teniendo que trabajar durante todo el verano, quizá eso ayudaba a que su idea del verano no fuera todo lo imparcial que pudiera ser. Eso unido a que cada día más y más comercios del barrio abrían más tarde y cerraban más temprano, signo de que en un par de semanas todo bar, tienda o comercio del distrito estaría cerrado durante casi un mes.


     Le gustaba su barrio. Le recordaba a los barrios en los que había vivido cuando era pequeño en su país. Tranquilo los domingos, casi muerto. Animado durante la semana, pero igual de tranquilo, con todos los vecinos saludándose, compartiendo sus pequeñas historias del fin de semana; -si Paqui, fui a visitar a mis nietos al campo-. Un mes más tarde de su mudanza la mayoría del barrio le saludaba por la calle y decía –allí va el español-. Pocos meses después la mayoría sabía su nombre. Algunos compartían música con él, otros historias de tiempos ya pasados, cuando “se vivía mejor”.

     Pero a pesar de todo seguía viendo a la ciudad como un invasor, un extraño que se colaba en su cabeza, que intentaba arrancarle recuerdos de otras ciudades, de otras vivencias. Que le gritaba por las noches que todas las ciudades por las que había pasado le habían conducido hasta ella, y que en el fondo, todas eran un espejo de la misma ciudad.

     Y en el fondo su imagen idílica de ciudad era parecida a esa ciudad del espejo. La ciudad perfecta era aquella en la que todos los habitantes tienen una meta: ser felices y hacer felices a los que más quieren. No se preocupan por el dinero, las hipotecas, las deudas, las guerras, los territorios compartidos, las fronteras desplazadas…. Todo eso no existe en la ciudad perfecta. Solo existe gente que quiere vivir tranquila, con su familia, con sus amigos, y sin causar molestias al resto de vecinos.

     Quizá hubiera tomado ciertas partes de esa visión ideal de las ciudades más pequeñas en las que había vivido. La gente se conocía, se ayudaban unos a otros, compartían las penas y las alegrías. Pero ahora en la capital tenía la impresión de que la ciudad era más influyente que los propios habitantes. Creía que la ciudad devoraba poco a poco los sueños de los vecinos, ahogándolos en penas y preocupaciones.

     Por supuesto, el verano no era la mejor época para darse cuenta de esto. La ciudad se vaciaba de sus habitantes, los echaba de sus mismas raíces, para sustituirlos por los turistas llegados de los rincones más remotos del mundo. Incluso de su país natal, incluso de la ciudad que le había visto nacer y a la que tan poco unido se sentía ahora.

     Era otra de las cosas que no le gustaban. Los turistas. Y el verano no era tampoco la mejor época. La ciudad recibía millones. Él disfrutaba escuchando conversaciones sueltas en los metros. Entendía bien varios idiomas, fruto de los viajes y las estancias en varios países a lo largo de su vida. De hecho, le gustaba fingir que no entendía nada, cuando en realidad se reía por dentro escuchando los mismos problemas que él había tenido al llegar la primera vez a la ciudad. Pero no le gustaba que la gente se diera cuenta de su nacionalidad. Prefería mantenerse alejado, tan sólo escuchando y sonriendo.

Relato corto propiedad de Apagario. Copyright Apagario@2008.
Fotografía propiedad de Apagario. Copyright Apagario@2009.