viernes, 16 de abril de 2010

LOS CALVOS LISBOETAS (A LOS 30 NO SE PUEDEN HACER LOCURAS)

Hola amig@s. Se que han pasado un par de semanas desde que volví de Lisboa y la mayoría de mis lectores (los 3 que tengo) estarán ansiososos por saber que ha pasado, así que tengo que disculparme en primer lugar por la tardanza.
Dos días después de volver de Lisboa comenzó a dolerme el pié izquierdo. Al principio pensé en una tendiditis normal y corriente, pero después de pasar dos veces por el médico y de dos semanas de dolores continuos empiezo a tener mis dudas.
Pero quitando el problema de mi pie (ahora mismo estoy con el pie izquierdo en un barreño de agua con sal) os puedo contar que el viaje a Lisboa no fue nada mal. De hecho, después de casi dos años de búsqueda en MADRID de uno de esos bares "para toda la vida" tipo "Los Calvos" de París, nos bastaron dos noches en Lisboa para encontrar nuestra particular versión de "Los Calvos" lisboetas.
Si chic@s. Carlos y yo descubrimos en pleno Lisboa el bar de "Los Gorrillas". (Si pasáis por Lisboa y vais a la zona del "Barrio Alto" no dejeis de visitar el bar llamado SPOT).
Los Gorrillas son dos camareros de un pequeño bar en Lisboa (zona del Barrio Alto) llamado Spot. Bastaron dos días tomando cevecitas en este bar para que al tercer día Los Gorrillas nos invitaran a chupitos y nos abrazaran efusivamente al despedirnos de ellos. ¿Y por qué les llamamos Los Gorrillas?
Los Calvos recibían su nombre por sus atributos capilares (atributos que no existían) y en este caso concreto Los Gorrillas reciben ese apodo por las sendas gorras que llevaban puestas los 3 días que estuvimos en el bar.
De este corto (y primero de muchos) viaje a Lisboa aprendimos varias cosas. Los bares "para toda la vida" se pueden encontrar donde menos los buscamos. Esa sería la primera lección aprendida. El bacalaó puede prepararse de 999 formas diferentes (no nos dió tiempo a probar las 1000 formas que dicen que existen). Esa sería la segunda lección.
La tercera lección es algo ya tan manido como que la edad es un estado mental. Somos jóvenes mientras nosotros pensemos que somos jóvenes. Y la cuarta lección viene de esta tercera lección. No por muy jóvenes que nos creamos mentalmente significa que nuestro cuerpo físico es igual de joven. Es por eso que ahora mismo estoy escribiendo esta entrada con el pie metido en un barreño de agua con sal.
Durante estas dos semanas en las que mi pie izquierdo no me ha dejado caminar he podido discurrir sobre algunos aspectos más serios de mi vida. No voy a comentar aqui a que conclusiones he llegado, pero he decidido que ya soy suficientemente mayor para sacar ciertas conclusiones a las que tenía miedo de enfrentarme antes. Mi vida va a sufrir algunos cambios básicos y necesarios, de esos cambios que cada cierto tiempo todos tenemos que hacer en nuestras vidas. Van a ser cambios para mejor (espero) que me prepararán para esta nueva etapa a la que tengo que enfrentarme (badas, bautizos y comuniones varias.... si amig@s, el tiempo pasa para todos).
Aun así, me niego a crecer, como aquel niño del cuento que se negaba a crecer, y sólo me planteo realizar ciertos cambios para que mi excéntrica y rara vida (tan apartada del resto de la gente y de lo que hace Vicente) pase de los 35 años y me permita llegar (por lo menos) a los 40 con cierto estado de buena salud.
Desde la para mi todavía extraña y ajena (a pesar de los dos años) Madrid se despide por ahora el Apagario.